Quién es Stefano di Conza, el excónsul uruguayo en Rusia imputado en el caso Astesiano

El funcionario del Servicio Exterior se transformó así en el primer trabajador público en ser imputado por el caso de adulteración de partidas de nacimiento para darle pasaportes uruguayos a ciudadanos rusos.

Di Conza, de 33 años, decidió estudiar la Licenciatura en Estudios Internacionales en la Universidad ORT, lugar al que luego volvería a dar charlas como exalumno y profesional del Servicio Exterior. En las últimas horas, la universidad decidió eliminar en su web cualquier información que los vinculara.

En 2011 ingresó a la cancillería por concurso de oposición y méritos como tercer secretario y dos años después viajó a su primer destino: Moscú. Al cabo de cinco años tuvo diferentes responsabilidades en ese lugar, entre ellas la consular. Durante ese periodo recibió una investigación administrativa por el otorgamiento de visas a una familia de la India que había tenido prácticamente una veintena de intentos negados en otros consulados. Ese proceso culminó en un sumario.

En 2017 la misión diplomática que él integraba recibió al presidente Tabaré Vázquez, a donde había llegado en el marco de una gira que también había pasado por Alemania y Finlandia. Una foto con el expresidente, el hecho de que hubiera ingresado al Ministerio de Relaciones Exteriores y que recibiera su primer destino durante la gestión frenteamplista llevó a que los senadores nacionalistas Sebastián da Silva y Graciela Bianchi lo vincularan con la izquierda.

Sin embargo, Di Conza no ingresó a la cancillería por cuota política sino que fue por concurso. De hecho, quienes lo conocen dicen que nunca demostró demasiado interés por la militancia político partidaria. Y, en cualquier caso, es hijo de un matrimonio vinculado al Partido Nacional. Su madre ocupa un cargo político como directora regional de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) y es cercana a su presidente, Leonardo Cipriani. Su padre es un empresario dedicado a la construcción de cocinas.

El Observador se contactó con varios compañeros de Di Conza que lo conocen desde hace años y en profundidad. Cuando su nombre empezó a manejarse públicamente, el diplomático les dijo que entendía que se estaba “comiendo un garrón” y negó tener cualquier tipo de vínculo con la organización criminal en cuestión. En ese momento les explicó, al igual que lo hizo en la audiencia de este domingo, que fue elegido por integrantes de la banda de Astesiano como chivo expiatorio y que lograron llegar a su nombre gracias a que fue un cónsul mediático por el Mundial de Rusia 2018.

Todos coincidieron en la creencia de que el diplomático estaba pagando una cuenta más importante de lo que le correspondía. Algunos de ellos detallaron que Di Conza no tenía “ninguna necesidad económica” de incurrir en ese tipo de comportamiento delictivo por lo que cobraba como funcionario de la cancillería en funciones en el exterior y por formar parte de una familia sólida económicamente.

De hecho, algunos lo describen como un funcionario que siempre estaba impecablemente vestido e, incluso, narran que hasta podía tener un comportamiento que algunos lo interpretan como ostentoso.

Por eso descartan dolo en su accionar, aunque entienden que pudo haber negligencia desde el punto de vista administrativo y mencionan que es posible que no fuera demasiado afecto al trabajo.

Di Conza se ha defendido argumentando que no entendía el idioma ruso y que él confiaba en lo que le decía su oficial de cancillería, una contratada local que lleva 20 años en la embajada uruguaya en Moscú.  El funcionario se ha excusado argumentando que en la cancillería no recibieron la debida instrucción para hacer peritajes a partidas de nacimiento y que el sistema tiene baches importantes que se van conociendo cuando se suceden episodios de este tipo. La misma visión tienen algunos de sus compañeros.

En Rusia conoció a su pareja, gerente regional de imagen y diseño retail de una importante marca de ropa internacional, con quien se casó en Montevideo luego de que ambos retornaran de Europa. En el interín Di Conza había tomado un año de licencia por estudio. En la audiencia de este domingo Di Conza dijo, en respuesta al pedido de prisión preventiva por parte de la fiscal, que no pasaba por su cabeza fugarse. Y detalló que si bien su marido es ruso jamás podrían vivir en ese país, donde la homosexualidad es perseguida, y subrayó que la familia de su esposo estaban haciendo todos los trámites para la residencia como cualquier otra persona.

La Fiscalía hizo dos solicitudes de información a la cancillería, la segunda era específicamente por el caso de Di Conza. Luego de esa segunda comunicación, la cancillería decidió trasladar al funcionario de la Dirección de Asuntos Consulares, en donde estaba trabajando, al Instituto Artigas del Servicio Exterior (IASE) para despejar cualquier sospecha de que se encontraba interviniendo en el tema.

En el Ministerio de Relaciones Exteriores estaban a la espera de la notificación de la Fiscalía para saber cómo proceder desde el punto de vista administrativo respecto a la situación funcional de Di Conza.