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La cultura del narco

Lenin Ramírez, compositor de este tipo de canciones, cobra 5 mil dólares por tema

El gobierno criminaliza a esta música porque a alguien tiene que culpar de la crisis en el país
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Ahora cualquiera que quiere su parcelita de poder paga para que le compongan su corrido, asegura el cantautor Lenin Ramírez, originario de Culiacán, SinaloaFoto Javier Valdez Cárdenas
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 17 de octubre de 2016, p. 3

Culiacán, Sin.

Lenin Ramírez creció en la colonia Margarita, en Culiacán, en el corazón del territorio Ántrax, como llaman a una célula de gatilleros del cártel de Sinaloa, ubicado en el sur de esta ciudad capital. Se influenció de ese ambiente de poder, armas de fuego de alto calibre, violencia e impunidad, y aunque estuvo tentado a entrarle, frenó. Ahora canta y compone narcocorridos.

El narco, asegura, “es un asunto cultural, arraigado en la gente no sólo de Sinaloa, sino de todo el país, y el gobierno pretende culpar a los músicos que interpretan o componen los narcocoridos, y los prohíbe. Los criminaliza porque a alguien tiene que culpar, aunque la responsabilidad de que no haya empleo y buenos salarios, y gente armada en las calles, sea de la autoridad.

“El corrido ha evolucionado mucho; pienso que es parte de nuestra cultura, y la mayor parte del tiempo ha sido basado en violencia, ya sea sobre la Revolución o Laurita Garza, o que mató a alguien o hizo algo que no tuvo qué ver con el narco. Los tiempos cambiaron y ahora quien realiza este tipo de acciones son los que andan en el tráfico de drogas.”

–¿Se le ha criminalizado?

–Sí. Realmente somos los que damos más información al público respecto de un personaje, un narco, pero uno como músico busca recaudar datos suficientes para impresionar al que va a escuchar el corrido, porque es lo que uno vende. Yo me meto a leer, a Internet, escucho lo que dice la raza, los periódicos, y de ahí agarro información.

Ramírez mira bajo su gorra la orden de camarones frescos que pidió. Apenas los pellizca. Recordó cuando buscó información sobre Rodrigo Aréchiga Gamboa, El Chino Ántrax, jefe de la célula de Los Ántrax, detenido en Ámsterdam, Holanda, en enero de 2014. El operador del cártel de Sinaloa lucía en redes sociales un atuendo de lujo, armas con cachas cubiertas de oro, su vida en palacios y sus gustos de sibarita y opulencia. Sobre él escribió el corrido Famoso Chino Ántrax y fue su catapulta a la fama, que luego se multiplicó cuando detuvieron al capo.

Tiene cinco años como solista y antes tocó con el grupo El comando de Sinaloa. Cobra 5 mil dólares por corrido y otros 5 mil si quieren un videoclip. Cuenta que antes eran los pesados quienes pagaban. Ahora cualquiera que quiere su parcelita de poder paga para que le compongan una canción.

A pesar de desenvolverse en ese ambiente, Lenin opta por no involucrarse más allá de lo musical, y asegura que a muchos artistas del medio los han matado porque se meten con mujeres o porque andan en el negocio.

Por miedo o por inteligencia, ha preferido tocar en sus fiestas y retirarse, no hablar de venganzas en sus canciones ni en contra de otros cárteles, y no hacerse compadre de los delincuentes.

Ha compuesto piezas de otra índole, de amor e incluso sobre temas sociales, como Ya me cansé –en la que critica al gobierno de Enrique Peña Nieto– y Te presto mis zapatos. En 2015 recibió el premio latinoamericano BMI, por su canción El agüitado, una de las más escuchadas en la radio.

–¿Qué piensas del narco?

–Hay opciones de trabajo, pero esto también es cultural. Aquí en Culiacán todo mundo quiere ser eso, y ya en todo México. Es la necesidad y también por sentirse poderoso.

–Pero también es ausencia de gobierno, de educación, de trabajo...

–Imagínese, por ejemplo, una persona que sale de la universidad se va a trabajar con un sueldo mínimo y agarra mil 200, mil 300 pesos por ocho horas cada semana. Sin embargo, (los narcotraficantes) le ofrecen lo mismo o mil pesos más, pero le dan carro y poder, ¡pues le entra!

–Una vez Alfredito Olivas, autor de narcocorridos, me dijo que estaba de acuerdo con el narco, pero no con la violencia que genera.

–Es el problema. Los jefes no se matan, no se tocan. Se matan los de abajo, la gente jodida, que no gana. Esos son los muertos. Muchas veces la guerra es lo que perjudica realmente… en Estados Unidos no se ve que detengan a los narcos, y debe haber muchos, porque para allá va todo.

–¿Y sobre el hecho de que prohíban el narcocorrido?

–No deberían. Sí ha afectado, porque hay muchos lugares donde no se puede tocar, porque no hay libertad de expresión y uno no puede trabajar. Pero si se trata de algo que hace daño, ahí está el cigarro, que igual es malísimo, y no lo prohíben.

Uno no tiene la culpa, pero como hay que echársela a alguien, pues a uno se la echan. Cuando mataron a unos en un baile le echaron la culpa a los de Enigma Norteño, siendo que ellos (los del gobierno) tienen la responsabilidad de que haya gente armada, dice.