Las claves de la Cumbre del Clima de París

Las claves de la Cumbre del Clima de París

195 países. El mundo entero. Todos los gobiernos del planeta son los que se dan cita en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre en la Cumbre del Clima. Todos, porque de todos es la obligación de salvar este mundo que el hombre, con su mano ambiciosa y su mente cortoplacista, ha puesto en peligro crítico.

Muchos días de debate, de diplomacia, de seguridad ultrareforzada, de banderas y dossieres y parabienes. Pero, ¿qué tiene de importante esta cita mundial? ¿Qué se espera de ella? ¿Qué es indispensable que se adopte en ella?

Tratamos de resumírtelo, para que sepas, y entiendas, y exijas.

El objetivo de la cumbre es acordar un pacto que gestione el proceso mundial de descarbonización -de abandono progresivo de esta fuente de energía- para que la temperatura del planeta a finales de este siglo no suba más de dos grados, un margen ya de por sí peligroso y poco ambicioso. Países emergentes cono India aún son muy dependientes del carbón y que siguen teniendo altos niveles de contaminación, y no están dispuestos a ceder a costa de ser menos competitivos. En este encuentro se busca además que los países colaboren en la adaptación a los impactos que producirá el cambio climático aún cuando no se supere ese límite. Más allá de los compromisos, la finalidad del pacto es "marcar el principio del fin de los combustibles fósiles", enviando un mensaje contundente a los mercados de la apuesta política mundial por una economía baja en carbono.

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Osos polares en casquetes de hielo casi derretidos, en el norte de Alaska (EEUU).

El acuerdo que surja ahora entraría en vigor en 2020, tiene vocación de perdurar hasta 2050 y sustituiría la segunda fase del Protocolo de Kioto, aunque a diferencia de éste, que sólo incluía a un grupo de países industrializados que representan el 11 % de las emisiones, el nuevo pacto incluye responsabilidades para todos los países y cubriría casi el 100 % de los gases. Cerca de 170 países responsables del 95 % de las emisiones han remitido a Naciones Unidas compromisos de reducción de emisiones para París.

Los tres principales puntos de desacuerdo en la negociación son la financiación para la mitigación y la adaptación al cambio climático en los países más vulnerables; la diferenciación o no entre países ricos y pobres, y la ambición del acuerdo más allá de una mera declaración de intenciones, que sólo se quede en un hermoso deseo compartido, sin hechos concretos, como ha ocurrido en el pasado.

Sí. Nunca antes ha existido un momento político tan favorable al acuerdo climático. China y Estados Unidos, por ejemplo, han rubricado un compromiso para luchar juntos contra el calentamiento del planeta. Además, los países del G7 han emitido una declaración comprometiéndose a poner fin a los combustibles fósiles en 2100.

La coyuntura también es favorable en lo económico: 200 multinacionales han pedido a los países que pongan precio al carbono; las 10 mayores petroleras han creado una coalición para formar parte de las soluciones; las renovables abastecieron el 9,3% de la demanda energética mundial en 2014 y su precio se ha abaratado notablemente en la última década (un 80% en el caso de los paneles solares).

Hasta el papa Francisco ha dedicado una Encíclica al cambio climático considerando que combatirlo es "una cuestión moral" y del "bien común"; y los líderes islámicos le han secundado con una declaración apelando al compromiso climático de los 1.600 millones de musulmanes.

Según un informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los compromisos que salgan de París requerirían una inversión de 13,5 billones de dólares hasta 2030, y en el caso de los países pobres están condicionados a la recepción de ayuda internacional, por parte de los países más desarrollados.

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Polución de fábricas en el puerto de Tacoma, Estados Unidos.

Los países firmantes se plantean crear un mecanismo "justo, fiable y sistemático" para revisar sus objetivos al alza cada cinco años, de manera que con el tiempo vayan siendo más ambiciosos. De hecho, el horizonte de 2020 es considerado por organizaciones internacionales como Greenpeace como absolutamente laxo.

Seis años después de que los países fallaran en el intento de alcanzar un acuerdo similar a este en la Cumbre de Copenhague 2009, las evidencias del cambio climático se han multiplicado: se ha registrado un aumento de temperatura de 1,02 grados desde la época preindustrial, un récord histórico de concentración de CO2 (dióxido de carbono) en la atmósfera y hemos tenido el año más cálido de la historia: 2014.

Aunque haya acuerdo, París dejará tareas pendientes como la creación de un mercado único de CO2, fijar un precio internacional al carbono o concretar planes que den respuesta a fenómenos por venir, independientemente de lo que ocurra, como el de los refugiados climáticos.

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