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Las protestas tumban al Gobierno búlgaro

La Asamblea Nacional acepta la dimisión en bloque del Ejecutivo conservador El descontento por los altos precios de la luz y la austeridad se lleva por delante a Borisov

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE!

Las vallas que trataron de contener a los manifestantes que han tumbado al Gobierno búlgaro en bloque eran las únicas que aguantaban el pie la noche del miércoles en los alrededores del Parlamento, en Sofía, la capital búlgara. Unas horas antes, el primer ministro, el conservador Boiko Borisov, había anunciado la dimisión en pleno de su Ejecutivo. “Cada gota de sangre que cae”, manifestó Borisov, “es una mancha para nosotros. No participaré en un Gobierno bajo el cual la policía pega a la gente”.

Este jueves, la Asamblea Nacional ha aceptado esa renuncia gubernamental, con 209 votos a favor, cinco en contra y una abstención. Borisov y sus ministros continuarán en sus puestos hasta que el presidente, el también conservador Rosén Plevneliev, nombre un Gobierno interino que dirija el país los próximos meses hasta la celebración de nuevas elecciones.

Borisov no ha podido aguantar la presión de ocho días consecutivos de protestas por el precio de la energía, que en el último año se ha disparado. Las marchas fueron ganando en agresividad y se extendieron por un país cuyo salario medio es de tan solo 350 euros, y cuyas pensiones rondan los 75.

“Yo no quiero un cambio de Gobierno sino de política”, dice bajo el frío Katherina Choleva, de 20 años. “Igual que los que protestan”, entre los que esta estudiante de Medio Ambiente admite que no estuvo, “creo que necesitamos sueldos más altos y que frenen la corrupción”. Freno a la crisis quiso poner el primer ministro al ofrecer la cabeza de su ministro de Finanzas, una reducción de las tarifas de la energía en un 8% o represalias contra las distribuidoras de electricidad. No funcionó.

“No he vivido bajo el comunismo”, continúa Choleva, “pero he oído que entonces no había ricos ni pobres, la gente tenía para comer y pagaba, porque podía, impuestos”. El clamor de los ciudadanos ha llevado al hasta ahora líder indiscutido del país a pedir incluso que su partido de centroderecha, Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB, en sus siglas búlgaras), no participe en el Gobierno provisional que se forme hasta las próximas elecciones. Fuentes diplomáticas apuntan que estos comicios podrían tener lugar en mayo o junio, tan solo uno o dos meses antes de las que ya estaban previstas antes de la crisis.

El dimitido primer ministro búlgaro, el conservador Boiko Borisov, este martes en Sofía.
El dimitido primer ministro búlgaro, el conservador Boiko Borisov, este martes en Sofía.STOYAN NENOV (REUTERS)
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Pese a que Borisov —un antiguo guardaespaldas que llegó al poder en julio de 2009 con la promesa de acabar con los trapicheos y aumentar el nivel de vida del país más pobre de la UE— ha caído por el precio del gas y la electricidad, insoportable para una gran parte de la población, las medidas de austeridad y los escándalos de corrupción también habían aumentado el malestar popular.

Lazar y María, de 19 y 20 años, son una muestra de un descontento enraizado en el país. “No creemos en la política”, afirma ella tajante. “Que dimitan no servirá de nada porque la estructura no cambiará”. Pese a contar con unas cifras envidiables —un déficit del 2% del PIB y una deuda del 16%—, la congelación de salarios y pensiones y las subidas de impuestos ha encolerizado a una población con una renta per cápita que no llega al 50% de la media de la UE.

Las protestas de los búlgaros alcanzaron su punto álgido el pasado domingo, cuando unas 100.000 personas salieron a las calles en 35 ciudades. El martes se saldó con 25 detenidos, 10 heridos y numerosos daños materiales en Sofía. El analista Daniel Smilov, del Centro de Estrategias Liberales, apunta precisamente a la ausencia de partidos involucrados en las manifestaciones: “Parece que han sido muy espontáneas, los manifestantes no querían políticos entre ellos. Sin embargo, esto podría ser problemático si la situación no se traduce al lenguaje político”.

“No voy a cambiar mi decisión de dimitir bajo ninguna circunstancia”, advirtió Borisov durante su comparecencia. Analistas como Zhivko Georgiev consideran, sin embargo, que el líder búlgaro no se va por sus convicciones democráticas, sino que solo ha elegido el mal menor.

“Borisov tiene un instinto de supervivencia a prueba de bombas; y esto es lo que le ha llevado a dimitir”, aseguró este sociólogo a la agencia búlgara BTA. La oposición socialista, sucesora de los antiguos comunistas y que aboga por bajar impuestos y subir salarios, tendrá en las próximas elecciones la posibilidad de recuperar el poder.

“Con nuestras acciones de hoy, hemos demostrado al mundo el nivel de nuestro desarrollo democrático”, dijo el presidente en un comunicado, en el que recordó que ahora “lo más importante” es que tanto los políticos como los ciudadanos actúen “de forma tranquila y sensata”.

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