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Fuerza, formalidad, futuro…

La Agrupación de las tres F (FAR-FEU-FEEM), desde hace 14 años une lo útil a lo agradable para armonizar la eficiencia económica y el intercambio relajado entre estudiantes de nivel medio y universitario, tanto de perfil militar como civil

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

Aun en el trópico, febrero y marzo invitan a arrebujarse con la colcha hasta las orejas y esperar a que el solecito caliente antes de dejar la cama. Pero como estos son meses de pico para la agricultura, un buen número de jóvenes debe saltar bien temprano de sus literas y desafiar el frío o la llovizna matutina para garantizar la cosecha de papas, frijoles y otros productos claves en la dieta criolla.

Tal es el caso de la Agrupación de las tres F (FAR-FEU-FEEM), proyecto que desde hace 14 años une lo útil a lo agradable para armonizar la eficiencia económica y el intercambio relajado entre estudiantes de nivel medio y universitario, tanto de perfil militar como civil.

A nivel individual las ventajas de ese ajiaco juvenil son muchas, según afirman sus protagonistas. Por ejemplo, los de verdeolivo se actualizan en cuanto a música y distracción, y a su vez impresionan a sus compañeros de campamento enseñándoles ciertos trucos útiles para la vida, como tender camas a la perfección, hacer ejercicios para mejorar la imagen y optimizar el tiempo de descanso.

La mezcla de edades favorece una especie de formación vocacional espontánea de primera mano, mientras se gana en nuevas amistades y en conocimientos sobre la realidad del país. Todo eso estimula la madurez y responsabilidad de ambos grupos hacia tareas de valor social.

Voy por mi patria

Este año la movilización de las tres F se dedica al VIII Congreso de la FEU y al aniversario 60 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Su Campaña de Frío se extiende entre el 18 de febrero y el 14 de abril, tiempo que se distribuye en cuatro etapas de dos semanas cada una.

Bajo la consigna Voy por mi patria, ya se han habilitado 11 campamentos desde Pinar del Río hasta Ciego de Ávila, ocho de estos adscritos a la Unión Agropecuaria Militar (UAM) y tres al Ministerio de la Agricultura.

Por esas instalaciones pasarán cerca de 4 000 jóvenes de todas las universidades del occidente y centro del país, instituciones docentes de nivel superior de las FAR y el Minint, preuniversitarios urbanos y vocacionales, tecnológicos y escuelas Camilo Cienfuegos de cada provincia involucrada.

Según comprobamos en un recorrido por áreas de la provincia de Mayabeque, las condiciones de vida son óptimas; cuentan con atención médica permanente e inmunización de todo el personal (tanto estudiantes como docentes) y disponen de tiempo libre cada noche para distraerse, incluyendo visitas familiares los miércoles y domingos, si así lo desean.

En los campamentos Los Pinos y Francisco Caamaño, del municipio de Melena del Sur, conversamos con jóvenes de la Academia Naval Granma y estudiantes del preuniversitario Ernesto Dimas y de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, de Mayabeque, quienes inauguraron la primera etapa de la agrupación en esas instalaciones. Recoger frijol fue su tarea principal, pero también trabajaron en el boniato, la papa, el rábano y el tomate.

«La jornada rompe a las 7:00 de la mañana y termina a las 5:15 de la tarde», nos contó Jessica Fernández, una camilita de onceno grado. «Merendamos, almorzamos y descansamos en el terreno, para no perder tiempo», aclaró esta jaruqueña, y confesó que era su primera vez enfrentada a faenas del campo, lo cual no le impidió ser de las más «largas» en el rendimiento y ayudar a sus camaradas.

Cuando les preguntamos qué hacen de noche, sus coetáneos Humberto y Carlos, de Madruga y San José de las Lajas, respectivamente, estiraron los brazos y enarcaron las cejas con una sonrisa medio avergonzada: «Se puede oír música, bailar, leer, ver televisión… pero la mayoría caemos rendidos hasta la hora de la comida», dijo el primero. «La verdad es que a las diez de la noche es difícil que no estemos durmiendo, tras el cansancio de estar todo el día doblados sobre el surco», reconoció el segundo.

En la segunda etapa sacaron la cara por las nuevas generaciones el preuniversitario vocacional del Minint Hermanos Tamayo y nuevamente la Academia Granma.

Tiempo de crecer

Los Pinos es un campamento agrícola de corte tradicional, bien conservado, en tanto Caamaño era una antigua beca en el campo que luego de un lustro sin utilizarse fue acondicionada para esta movilización ¡en menos de 15 días!

Los desajustes iniciales se pulirán sobre la marcha, afirmó Marcos Fernández Fleites, jefe de la Agrupación, y su optimismo parecía tener eco en el viento que azotaba las banderas del código internacional de marinería, colocadas en la plazoleta para dar colorido al centro y crear sentido de pertenencia en el piquete de guardiamarinas, quienes al principio creían que eso de hacer brigadas mixtas con adolescentes de la FEEM era una batalla perdida… pero ya descubrieron que no era cierto.

Así lo demostraron en el campo cuando les hicimos la visita: «¡Mira como Mairelys pone a prueba a Javier!», bromeaba en el campo la profe Silvya, alma de las fuerzas movilizadas por el pre Ernesto Dimas.

«Aquí la meta es entregar el campo terminado y hay que trabajar parejo», animaba a la tropa, mientras recogía frijoles ella también. «Con esta iniciativa de mezclarlos se conocen y simpatizan mejor. Fíjate que un grupo del pre ya se puso de acuerdo para visitar la Academia Naval en la semana de vacaciones de abril», dijo con entusiasmo.

Ella se toma muy en serio la labor educativa durante este tipo de jornada, y disfruta abiertamente la manera en que los chicos mayores influyen en sus estudiantes: «Esta es mi tercera movilización. He visto nacer amistades interprovinciales que luego funcionaron muy bien, y no pocos jóvenes aprendieron a valorar su futuro, y al final optaron por especialidades que antes ni sabían que existían», comentó.

Esa tarde, de vuelta al campamento, transportamos al grupo que nos mostraría sus albergues y áreas de juego. Iban en silencio, como mirando el campo desde otra dimensión, hasta topar con los sacos de frijol apilados en el borde de la carretera.

«¡Y pensar que todo eso lo recogimos hace un rato!», dijo  de pronto una de las chicas. «Sí, mira cuántos… qué fácil parece ahora», la apoyó un cadete sentado junto a ella.

El técnico Olides López, jefe de la granja militar integral Francisco Caamaño, escuchaba entre orgulloso y divertido: «Estamos recogiendo 1,65 toneladas de frijol por hectárea, ¡y deja que empiecen con la papa!… Ahora le darán más valor a esos productos cuando los vean en el plato, porque uno de los propósitos de esta tarea es esa, que sientan el sudor del trabajo y sepan de qué vive el país».

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